martes, 10 de agosto de 2010

EL EXTRAÑO SEÑOR DEL SACO NEGRO. POR JULIETA LAVEGA RODRIGUEZ

A la salida del colegio, siempre hacia el mismo camino de vuelta a su casa, tal vez porque salía tarde, tal vez porque tenía el cuidado que su madre le pedía que tuviese cuando regresaba, como era única hija su madre la protegía por demás…

Una noche, tomó el camino erróneo, por no prestar atención dobló en la esquina equivocada y se topó con una calle oscura y sombría, fría, tanto que el asfalto tenía escarcha, y como estaba llena de árboles el sol nunca le daba el suficiente calor como para que se secara.

Al apresurarse notó que detrás de ella caminaba un hombre, un hombre alto, parecía esbelto, de aquellos que realmente dan miedo, un hombre serio, que venía tras ella, sin decir una palabra sintió su presencia y apresuró el paso, solo pensaba en llegar a casa, a su cómoda casa, con el sillón súper espumoso, de un extraño color, nunca supo por qué su madre compró esos sillones de pana que tenían una tonalidad entre verde petróleo y azul, muy rara.

Se imaginaba la peor de las historias, la peor de las tragedias, sin dudarlo más siguió con su paso. Al ver que el hombre no hacía ningún gesto se puso a pensar… ¿Será que estoy alucinando? ¿Será que este hombre realmente me estará siguiendo? ¿Será que el frío y mi estúpida imaginación me están jugando una mala pasada?¡Puede ser! Pensó.

Se dio vuelta nuevamente para asesorarse si la seguía, pero para su asombro ya no estaba ahí, así que acomodó su mochila en el hombro derecho y cuando giró los ojos el hombre estaba delante de ella.

¡Sí!, miles de sensaciones sentidas entre terror, miedo, odio, asombro recorrían todo su cuerpo. ¿Cómo podía ser que el hombre que hacía tan solo dos minutos estaba detrás de ella ahora estuviera delante? Con esa mirada tan fría, con su cigarrillo Philip Morris, era obvio que podía reconocer el olor al humo que emanaba del misterioso señor, ya que odiaba que por culpa de esos cigarros su madre se convirtiera en una dependiente de la nicotina.

Miró sus ojos, fríos, marrones casi negros… Estaba de traje, elegante traje negro, camisa blanca y corbata negra, todo encajaba bien con sus zapatos, que a su vez combinaban con su sombrero.

Él la miró y solo esbozó una sonrisa, una sonrisa que nunca entendería si era de maldad o solo una sonrisa de simpatía. Se dio vuelta y sin decir una palabra, se sacó el saco, lo tomó por el cuello y lo colgó sobre su hombro, giró sobre su pie derecho y se alejó caminando hacia la oscuridad misma dejando a la pobre niña asombrada, perturbada.

Desde ese día siempre toma el mismo camino, y el extraño señor del saco siempre la acompaña la misma cantidad de pasos hasta el mismo lugar, siempre está vestido de idéntica manera. Pero, hay algo que cambió, ella nunca volverá a verlo, pero sabe que esta ahí, lo sabe porque aún puede escuchar el sonido de sus pasos alejándose hacia la oscuridad…

1 comentario:

  1. 6 años después y sigue estando. Siempre te recuerdo, que tiempos aquellos, aprender de tu magia literaria. QUEP :/

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