sábado, 10 de septiembre de 2011

LO AMBIGUO DE LA POSTMODERNIDAD.

“La belleza salvará al final al mundo” Dostoiewsky

Si la belleza es lo que terminará salvando finalmente al mundo, tal y como dijo Dostoiewsky en el s. XIX, la fealdad y la monstruosidad será lo que, para los postmodernos, terminará arruinándolo y destruyéndolo.

La primera cuestión que siempre se plantea cuando se aborda la postmodernidad es acerca de si esta representa un fenómeno histórico en el plano cultural, artístico, filosófico, político…, tratándose entonces de una corriente más de las tantas que ha habido, o si por el contrario podríamos hablar de postmodernidad como un nuevo período histórico, que bien podría concebirse como una profundización y prolongación de los principios inspiradores de la modernidad, llevados estos hasta sus últimas consecuencias; o, si por el contrario, nos encontramos ante una nueva era que rompe con la modernidad y da paso a un porvenir diferente en todos los sentidos.

Estas dificultades a la hora de definir la postmodernidad se deben, sobre todo, a su propia ambigüedad, por lo que sólo tras el paso de varias generaciones podremos disponer de una visión retrospectiva lo suficientemente amplia como para realizar un análisis y valoración objetivas de lo que realmente ha sido y ha supuesto.

Si por algo se ha caracterizado la postmodernidad en lo que se refiere al contenido de sus producciones artísticas, es por el especial protagonismo dado a lo oscuro, lo enfermizo, lo irracional, aquello que carece de completo sentido, centrándose en los aspectos más subterráneos de la vida y la mente del hombre. Su atención siempre va dirigida hacia lo oculto, ya sea en el plano psicológico a través de tramas con protagonistas mentalmente enfermos y desquiciados, llenos de patologías, o sobre lo inaprensible de la realidad. Constantemente se apela a las sensaciones primarias, a los estímulos, cobrando primacía la experiencia de los sentidos y lo meramente sensorial, de ahí la extrema importancia del sonido y las luces en géneros como el teatro y el cine.

Al margen del contenido y del trasfondo enfermizo que tienen la mayor parte de las creaciones postmodernas, si algo ha caracterizado a los autores exponentes de esta corriente ha sido la creación, desarrollo y puesta en práctica de novedosas técnicas narrativas y escénicas que han transformado radicalmente la forma de hacer la novela, el teatro y el cine. La postmodernidad si desborda algo es originalidad, tanto en la manera de crear como en el estilo y forma de esas mismas creaciones, lo cual ha conllevado a una completa renovación del mundo artístico.

Las características de las obras postmodernas son, sobre todo, en lo que ataña a la estructura de las mismas, la multiformidad, dando lugar así a diferentes tramas en una misma unidad artística. A esto se suma la no linealidad, existiendo una fragmentariedad en la que diferentes partes de la misma obra, las cuales se superponen apareciendo de forma dispersa y desordenada, forzando de este modo al espectador o lector a ordenarlas en su mente para dotarle de cierto sentido y coherencia al conjunto de la obra. Esto es un aspecto fundamental en la postmodernidad, ya que se parte de la idea de querer hacer al espectador o lector coautor de la propia obra al tener que estructurarla y organizarla, utilizando para ello las diferentes pistas dejadas por el autor a lo largo de esta.

Asimismo, es muy común la ausencia de sentido y significado en las creaciones postmodernas, dándose en muchas ocasiones una ausencia de argumento que es concebida como forma de ataque a la narración clásica en la que existe una linealidad y una jerarquía impuesta por el autor, la cual determina el desarrollo de los acontecimientos de una forma concreta y específica, sometiendo de esa manera al espectador o lector a sus propios caprichos.

Juntamente con lo anterior nos encontramos también con la desconexión con lo real, que en muchas ocasiones termina dando lugar a un simulacro de la realidad, siendo Matrix un claro ejemplo de esta peculiaridad postmoderna. A esto hay que añadir la presencia de lo urbano, en el que la ciudad adquiere una especial importancia como escenario de las diferentes tramas postmodernas, y de igual modo lo suburbano, unido a una fuerte impronta estetizante en la imagen de los personajes como en la ambientación y en el escenario. Un claro ejemplo de esto es Sin City, basada en un cómic de Frank Miller, y en la que diferentes tramas se desarrollan en un medio suburbano, jugando aquí un papel fundamental la estética con la que se reviste el conjunto de la obra, siendo muy estilizada la imagen que ofrece a través de la iluminación, la tonalidad y las líneas perfiladas y marcadas tanto de los personajes como de la propia ciudad, intentando plasmar en la gran pantalla una estética propia de cómic.

Sin City, al igual que Crash o Babel, entre otras muchas, es un claro ejemplo de dispersión postmoderna en la que diferentes tramas se desarrollan de forma independiente y en diferentes tiempos, pero que todas tienen alguna relación entre sí o nexo de unión, un hilo conductor por así decirlo. En este caso es la aparición de los protagonistas de las diferentes tramas de la película en un mismo local; en el caso de Babel el hilo conductor de los distintos personajes y sus historias converge en una misma situación de consecuencias dramáticas. En cualquier caso se puede ver con claridad que diferentes historias se mezclan y entrecruzan debido al carácter disperso y multiforme de estas creaciones, donde la obra es entendida como la suma de sus diferentes partes que se encuentran situadas a un mismo nivel, las cuales se articulan en torno a un nexo común que le provee a la creación artística de su correspondiente unidad.

La finalidad del autor en este tipo de obras es que el espectador o el lector, según el caso, se esfuerce en organizar esa unidad dispersa buscándole el sentido que tienen las diferentes partes en el conjunto de la obra. Ello supone también un cierto grado de implicación por parte del espectador-lector, ya que a él le corresponde descubrir el sentido general que alberga la obra y que se encuentra oculto en la dispersión que presenta; se trata de una construcción mental a partir de diferentes detalles que se encuentran en los distintos fragmentos, y que son precisos organizar para que la película o la novela tengan coherencia para el espectador-lector.

Junto a la presencia de lo urbano, también se encuentra la apariencia desordenada y caótica que reviste la aleatoriedad con la que se presentan los diferentes fragmentos de una misma obra literaria, teatral o cinematográfica. Aquí interviene de manera bastante importante la propia caología, la cual ha marcado de manera singular las creaciones postmodernas a través de las condiciones iniciales, que terminan adoptando una importancia capital en el desarrollo posterior de la película. Esto mismo ha llevado en muchas ocasiones a recurrir a la bifurcación o a múltiples ramificaciones en la línea argumental de una determinada trama, lo que implica en cada uno de los posibles caminos desarrollos diferentes y finales igualmente distintos.

Unido a este carácter caótico, disperso y con apariencia aleatoria, está ligada la concepción postmoderna del mundo y más concretamente de la ciudad, entendidos como una red caótica en la que es difícil el contacto humano. After hour, de Martín Scorsese puede ser un claro ejemplo de esto, en la medida en que se pone de relieve la fugacidad de la vida urbana, los ritmos a los que se ve sometida la persona en una progresiva aceleración de los acontecimientos, siendo el protagonista, como es en este caso, víctima de una serie de sucesos fruto de la propia dinámica estresante de la ciudad.

El mundo en red se encuentra muy presente en la postmodernidad, ya que constituye la consecuencia directa del triunfo del igualitarismo en el que todo es situado a un mismo nivel, interconectándose las diferentes partes por medio de nódulos que conectan todo con todo. Esto hace que las relaciones humanas sean cada vez más anónimas y se vean mediatizadas por el mercantilismo de la era económica vigente, lo que a su vez dificulta el contacto humano ya que nadie conoce a nadie, o simplemente los unos ignoran a los otros: todos los días vamos a los mismos sitios y coincidimos en el metro o en el autobús con las mismas personas a las mismas horas, sin embargo nadie entrecruza ni una sola palabra pese a tratarse de caras conocidas, actuando todos ellos como paquetes esperando llegar a su destino. Nadie conoce a nadie pero todos se ven todos los días a las mismas horas en los mismos lugares. Collateral, film protagonizado por Tom Cruise, constituye un claro ejemplo a este respecto, mostrando una realidad en la que el anonimato se manifiesta implacablemente en las grandes urbes, dando lugar a situaciones como que alguien se muera en el metro rodeado de gente y nadie se dé cuenta después de muchas horas.

La deshumanización está muy presente en las obras postmodernas, si no es a través del anonimato fruto del individualismo y de la sociedad de masas (y con ello la pérdida del lazo social) que dificulta el contacto humano, se presenta también por medio de personajes convulsos que generalmente son víctimas de sus condiciones de existencia, mostrando en la mayor parte de los casos patologías derivadas de traumas e incapacidad de adaptación a las crecientes exigencias del mundo actual, unido a toda clase de circunstancias que muestran a personajes llenos de contrastes. Esto constituye, en definitiva, una clara muestra de la alienación del ser humano que lo sume en el desequilibrio mental y en la disolución como consecuencia de un contexto estructural antihumano.

Los grandes contrastes y las durezas son una característica propia de las obras postmodernas, en las cuales es común que se den situaciones de aparente calma y normalidad que pasan, repentinamente, al caos y el desenfreno, combinando para ello importantes dosis de sexo y violencia. En este sentido es muy importante la apariencia de desorden y la intensidad de ciertas situaciones, en las que la tensión se lleva al límite por medio de un constante cambio carente de sentido, lo que acentúa la velocidad con la que se precipitan los acontecimientos.

Es habitual que lo importante haya ocurrido pero se encuentre al margen del desarrollo de la propia obra. Un claro ejemplo de esto es Reservoir Dogs de Quentin Tarantino, donde lo importante ha tenido lugar, en este caso un atraco que ha salido mal, y se centra toda la atención en otra cosa muy diferente, normalmente en los propios personajes, cobrando especial relevancia el diálogo que se mantiene entre ellos.

Mentes en Blanco de Simon Brand es otro caso más en el que lo importante dentro de la trama de la película ya ha tenido lugar, como puede ser el secuestro de una serie de personas, pero el espectador no sabe nada acerca de los personajes, ni quienes son, ni de donde vienen o a qué se dedican. Esto lo va descubriendo poco a poco a medida que transcurre la película. Es habitual encontrarse con lugares o escenarios poco definidos y personajes completamente desconocidos, no nos es posible saber con certeza en qué sitio se encuentran. Todas estas características son comunes a la mayor parte de películas postmodernas en las que el espectador apenas tiene información, como ocurre también al comienzo de Reservoir Dogs.


Esto, normalmente, va unido a que constantemente se cuenten historias que se van escenificando, es lo que es conocido como metalepsia: un salto de nivel injustificado en la propia trama por el que el narrador aparece contando una historia, una anécdota completamente innecesaria. En Reservoir Dogs se puede observar un ejemplo claro de metalepsia cuando el policía infiltrado cuenta una anécdota en unos baños públicos, a lo que va unido otro recurso típicamente postmoderno como es la autoficción y que será abordado más adelante.

Como derivación de la metalepsia, o entendida más bien como una metalepsia llevada al extremo, nos encontramos con los bucles extraños, concepto ideado por Nietzsche y adaptado para explicar un curioso fenómeno en las películas postmodernas, el cual consiste en un universo cerrado en sí mismo que es consecuencia de un salto de nivel en la obra, que lleva a otros lugares y que constituye un enlace entre partes internas del propio bucle. Carretera Perdida de David Lynch es también un ejemplo de este recurso en el que se da dicho salto de nivel inexplicable, carente de sentido y que genera un universo cerrado en sí mismo. Otro ejemplo de esto lo podría representar Donnie Darko de Richard Kelly, en la que se da un bucle extraño que representa una realidad aparte que tiende a repetirse infinitamente.

En Mulholland Drive, también de David Lynch, nos encontramos con un bucle extraño que termina incidiendo sobre la verdadera realidad, y que dentro de la trama de la película refleja los miedos, temores, deseos y ambiciones de la protagonista. Esto enlaza perfectamente con las películas psicológicas tan propias de este director, como lo es claramente Carretera Perdida, y que muestran un distanciamiento de la realidad sumergiendo al espectador en un mundo de sensaciones e impresiones confusas y contradictorias, en las que la música adopta un papel destacado junto a los ruidos ambientales. La ausencia de un claro sentido y significado hace que las imágenes y el sonido sugestionen al espectador y este se deje llevar por sus sentidos. Todo esto se combina con escenas de sexo y violencia, unido a una fuerte impronta surrealista que se manifiesta en diferentes detalles a lo largo de la película y que es común a todos los autores postmodernos.

Otro recurso muy utilizado es la metamorfosis por la que un personaje se convierte en otro totalmente diferente. Este es el caso del protagonista de Carretera Perdida que se convierte literalmente en otro individuo. Normalmente, como consecuencia de esto la película adopta una orientación radicalmente diferente sin guardar relación con lo hasta entonces acontecido.

Por otra parte también se encuentra el reciclaje, que consiste en utilizar formas preexistentes y que son adaptadas a los propósitos del autor en su trama. Si algo diferencia a la postmodernidad en las creaciones artísticas es su constante innovación fruto de su dinamismo interno, el constante cambio (aunque carente de sentido y significado) ligado a una búsqueda por la adaptación, lo que genera nuevos y diferentes recursos, llegando así a reformular los hasta ahora existentes, modificarlos e introducirles innovaciones.

El desvío es otro recurso más tremendamente común, aplicado generalmente a los filmes concierto en los que se pone el placer físico y de los colores por encima del conocimiento intelectual. Son las películas en las que los efectos especiales tienen un especial protagonismo, tendiendo casi siempre a una fuerte presencia del sonido con espectaculares bandas sonoras, y a un empleo muy sofisticado de las luces, con lo cual se pretende mostrar grandes momentos y apelar a sensaciones primarias por medio de los estímulos.

Es habitual en los filmes concierto la transmisión de sensaciones no verbalizadas, para lo cual la música es esencial. Se hace hincapié en la transmisión y se hace uso de un retorno a lo espectacular gracias al influjo tecnológico, envolviendo al espectador con multitud de cámaras que enfocan desde multitud de ángulos y perspectivas el desarrollo de toda la película. Un ejemplo de esto lo podría representar Piratas del Caribe, en la que se da una ausencia de argumento y donde hay cámaras por todas partes enfocando desde mil perspectivas diferentes. Con el empleo de la tecnología se persigue la emoción, pasando a ser secundario la narración. No se cuenta ninguna historia sino que se pretende generar un conjunto de emociones. La correcta combinación de imágenes y sonido hace posible crear un clima de sugestión en el espectador al que se le transmiten todas esas emociones intentándolo embriagar.

La cultura visual digital a la que se ha dado lugar con estas nuevas tecnologías se caracteriza por estar vacía de contenido, el retoque digital fotográfico y la manipulación a través de sofisticados programas permiten generar la atmósfera precisa para hipnotizar al espectador y sumergirlo en un ambiente en el que se apela a la emoción, convirtiéndose el lema de: «No pienses ¡siente!» en un auténtico reclamo de estas corrientes para inhibir la reflexión, y acentuar así el carácter disolvente del constante y frenético acontecer, en el que la inmediatez de todo lo que ocurre envuelve al espectador y le lleva a un completo olvido de sí mismo. En esto consiste la estrategia comercial de muchas películas, pero también de los videoclips y de la cada vez más sofisticada publicidad.

La impronta futurista está muy presente en la postmodernidad, no sólo por el énfasis que se hace en la velocidad y en el creciente dinamismo fruto de una continua y permanente innovación, sino también por la importancia que tiene la tecnología para generar nuevos escenarios y ambientes, y al mismo tiempo nuevos y más originales argumentos para las tramas. Este podría ser el caso de la saga Ghost in the Shell dirigida y producida por el japonés Mamoru Oshii, en el que los avances tecnológicos como los cybors se entremezclan con una era en la que el mundo se transforma vertiginosamente y a pasos agigantados como consecuencia de la biogenética, la inteligencia artificial, etc… Esto cambia radicalmente el escenario en el que se desarrollan las tramas, y, como en este caso, se mezclan con un trasfondo de claras connotaciones filosóficas y existencialistas.

El manga de ficción unido al cyberpunk da lugar a una curiosa y sintética mezcla dentro de un mundo artificial dominado por la completa robotización y sistematización digital e informática, con la presencia de entes en artefactos de aspecto humano con órganos humanos y estructura metálica.

Asimismo, en el teatro es habitual que además de centrar la atención de la obra en personajes contradictorios, confusos, enfermos, pero también en aquello oculto que se da en las relaciones entre los personajes, se encuentra la fragmentación de las partes de la obra, que son representadas de manera dispersa y desordenada, en lo que lo importante ya ha tenido lugar. No se sabe quiénes son los personajes, de dónde vienen o qué hacen, y se suelen encontrar en algún lugar igualmente desconocido sobre el que no tenemos información, y en el que habitualmente están esperando algo pero que ellos mismos desconocen. Conversan entre ellos hasta el punto de que terminan manteniendo diálogos incoherentes en la medida en que dejan de escucharse, y cada uno dice una cosa distinta. Junto a esto nos encontramos a su vez con los silencios prolongados, que se ven rotos con comentarios absurdos: recitar de memoria las contraindicaciones de una medicina, las características de una lavadora, o simplemente decir el contenido de un anuncio de publicidad.

En ocasiones, al mismo tiempo que durante una representación teatral se van sucediendo aleatoriamente diferentes partes de una misma trama, el propio director puede intervenir directamente en la misma mostrando su presencia en el mismo escenario y llegando a cambiar a su antojo, y en la medida en que se desarrolla la obra, aspectos de la representación como puede ser la disposición de un mueble, la posición de un actor o hacerle callar a algún personaje. Este es el caso de un director polaco que tiende a intervenir en sus obras de forma directa y a alterar su desarrollo y representación, situándose en un rincón y manteniéndose observante hasta que decide intervenir y cambiar algo que no le gusta. Supone, sobre todo, una forma de fundirse el autor con su propia obra.

Finalmente nos encontramos con la narrativa en la que destaca el hipertexto, que está compuesto por microtextos que en conjunto forman un gran texto. Habitualmente se pueden leer de infinitud de formas diferentes ya que es el lector quien decide a este respecto, existiendo distintas posibilidades al no haber un principio ni un final. El lector elige el orden en que quiere leer. Se trata de un género un poco limitado, y que ha sido desbordado por la combinación de imágenes y sonidos en los textos de páginas con elementos multimedia.

Por último cabe destacar la autoficción como un recurso muy utilizado en la literatura postmoderna en la que el autor describe unos acontecimientos como si los hubiera vivido, pero que realmente nunca tuvieron lugar. Este es el caso del ejemplo planteado anteriormente en Reservoir Dogs, donde el policía infiltrado cuenta una anécdota que nunca tuvo lugar. Juntamente con la autoficción se encuentran los diferentes posibles finales que se pueden llegar a plantear en una misma novela, confundiendo al lector con cada final que se da haciéndole creer que es el definitivo.

Vemos así que la postmodernidad en sus creaciones artísticas destaca por su permanente innovación y su gran originalidad, a lo que va unido también un carácter trasgresor en cuanto al trasfondo de sus obras que generalmente son bastante perturbadoras por el tipo de personajes que las componen, siempre prestando atención a lo oculto, lo irracional, aquello que no se percibe a simple vista y navegando siempre en las patologías mentales de los protagonistas. Además, es preciso añadir que destaca por una hipersubjetividad que produce ese distanciamiento de la realidad, la pérdida de sentido y los acontecimientos inexplicables que muchas veces responden a los problemas mentales de los protagonistas.

La postmodernidad manifiesta y refleja la alienación del hombre moderno, la cual constituye el resultado de las condiciones de vida a las que está sometido provocando en él toda clase de alteraciones psicológicas que lo llevan a enfermar mentalmente, a deshumanizarse por completo, de ahí que la monstruosidad y la fealdad sean el contenido sobre el que las creaciones postmodernas fijan su atención, reflejando de este modo la realidad social vigente.

Sin embargo, la gran sofisticación y complejidad que la corriente postmoderna ha dado lugar a través de sus creaciones ha contribuido en cierta medida a un distanciamiento con respecto al gran público, debido a que se hace preciso un conocimiento más refinado y exhaustivo de aquellos recursos de los que se hacen uso, es decir, que el propio espectador-lector esté familiarizado con el género postmoderno de tal modo que la obra no le termine resultando completamente inaprensible. De ahí que esta corriente junto a sus creaciones artísticas revistan de escaso interés para las masas, ya que estas prefieren aquello que no requiere esfuerzo e implicación en su comprensión, todo cuanto ya viene dado. La postmodernidad ha caído en la abstracción al no ser entendida ni comprendida, por lo que cada vez más, en lo que a arte se refiere, está quedándose recluida en pequeños círculos de intelectuales agravando así aún más su desconexión con el resto del público que se siente ajeno a este tipo de creaciones que no alcanza a comprender. Las grandes masas perciben en esta corriente un subproducto moderno y abstracto carente de lógica y significado que no les dice nada.

El tiempo nos permitirá hacer un análisis más correcto de lo que ha podido suponer la postmodernidad, pero ello no impide el valorar los aspectos positivos que ha ofrecido para la renovación del arte a través de la originalidad e innovación propia de su estilo. Pero yendo más allá de lo meramente superficial, de aquello que se percibe a simple vista, se puede decir que la postmodernidad ha logrado reflejar con bastante fidelidad la realidad y las condiciones de vida del hombre actual como un completo alienado, lo que hace que toda esa fealdad y monstruosidad que refleja no sea gratuita, sino más bien aquello que anuncia el fin de un mundo que se encuentra inmerso en un ciclo de decadencia.

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