sábado, 10 de septiembre de 2011

LA POSTMODERNIDAD.


LA POSTMODERNIDAD


Carlos Tartaj Sánchez


La réplica a la Modernidad viene ya de lejos. Comienza con el
Romanticismo, un movimiento que apuesta por la nostalgia ya que no
pretende superar al modernismo hacia adelante sino la vuelta a
tiempos pasados, la Edad Media.
Es en nuestro siglo cuando la reacción antimodernista va a tomar
un cariz más frontal y con cierta notoriedad. Se inicia con el
protagonismo de un grupo de escritores, J. Joyce, E. Ionesco, T. Eliot
y S. Beckett. El vacío espiritual, el sin sentido, la vulgaridad, la miseria
humana, el cambio de una vida del bien-ser por la del bien-estar que
nos está proporcionando el vivir moderno, son temas constantes y
repetidos en sus diferentes escritos y alegatos.
Numerosos filósofos de esta época describen el mundo moderno
como un mundo sin rumbo. E. Mounier declara que su momento
histórico coincide con el final de un «ciclo de civilización». Los
beneficios de la Modernidad no han compensado los prejuicios.
Vivimos en un mundo en el que «nadie sabe a donde va, se ha
confundido la libertad con la insolidaridad con los demás».
R. Guardini denuncia que «el hombre moderno está desalojado del
centro del ser». Las ciencias intentan continuamente introducirle en
categorías mecánicas, biológicas, psicológicas y sociológicas que no
le pertenecen. El resultado es claro, «se habla del hombre, pero no se
le ve; se va hacia él, pero no se llega; se le encierra en estadísticas,
se le enmarca en organizaciones, se le manipula para ciertos fines,
pero siempre se asiste a un extraño y grotesco espectáculo cuyo
protagonista es un fantasma».
También en la calle está presente la desconfianza y la crítica al
mundo moderno. Su manifestación es nueva y provocadora. Hippies,
beatniks, provos y, sobre todo, los estudiantes de Paris en el Mayo del
68, son los protagonistas de esta contestación. Coinciden en el
desprecio a un mundo que no les gusta, vacío y sin encanto, falto de
calor humano, sin referencias. Algunos filósofos jóvenes escriben
sobre «la pérdida metafísica de hogar» en la que el hombre moderno
se encuentra.
Muchos sociólogos del momento, al hacer análisis descriptivos y
comparativos de las encuestas, coinciden en afirmar que, en el
ciudadano de cualquier país moderno, pertenezca a uno u otro ámbito
político, con muros o sin muros, existe una tremenda desconfianza
frente al papel del Estado. Éste no sirve al ciudadano de a pie, más
bien, oprime y explota. Se le siente lejano e insensible a los problemas
de cada día. Se le teme como controlador por sus reglamentaciones,
voraz en sus impuestos. Se le ve como ojo vigilante que le dicta
normas, lo que tiene que hacer, pensar y hasta el modo de divertirse.
Hoy la contestación a la Modernidad la protagoniza la
Postmodernidad. Este movimiento se ha convertido en un talante de
época, ha invadido todos los sectores de vivir y sentir. Todo es y se
dice postmoderno aunque lo dicho y su aplicación sean
compIetamente distintos.
En lo que coincide toda Postmodernidad es en la crítica y rechazo
de la Modernidad. Las raíces de la razón moderna son puestas al
descubierto y se detecta que en su racionalidad existe una tremenda
irracionalidad; que el fundamento del progreso está viciado; que las
esperanzas e ilusiones que propone la época moderna están
cimentadas en el engaño.
Este rechazo general tiene modalidades, enfoques y perspectivas
muy diferenciadas. Esto hace que sea muy difícil catalogar los
movimientos postmodernos. Yo me voy a limitar a describir la
Postmodernidad del desencanto o la post-ilustración de los
postmodernos. Es el movimiento de autores como Lyotard, Vattimo,
Lipovetski y Rorty entre otros. Dividiré el estudio en tres partes: en la
primera, describiré las características de la Modernidad; en la
segunda, la crítica que de ella hace la Postmodernidad; y en tercer
lugar, el hombre y la sociedad que aparece en la Postmodernidad del
Desencanto.


1. Características de la Modernidad

1.1. La razón subjetiva nuevo centro explicativo de la
realidad
MODERNIDAD/CATAS: Con el «cogito ergo sum» de Descartes, la
interpretación tradicional del mundo sufre una transformación total. Ya
no son como antaño el arjé, ni Dios, los centros donadores de sentido.
El nuevo eje, quicio, desde el que se explica la realidad va a ser la
razón. Puedo decir que las cosas son porque las pienso y son porque
puedo pensarlas. La ley de las cosas es la razón. La razón es la que
decide el existir de las cosas.
Hay un nuevo Señor y Legislador: el Pensamiento. Es el dador de
sentido, el que pone reglas y orden, el que decide lo que es y lo que
no es en las diversas esferas del vivir humano. Para hablar del
mundo, de la sociedad, del hombre y de Dios hay que hacerlo desde
la racionalidad, ella es la garantía de realidad y el criterio de verdad.
Kant va a decirle al hombre moderno: «Atrévete a usar la razón».
Es el único modo de salir de la «minoría de edad» en la que el ser
humano ha permanecido durante tanto tiempo. «La máxima de pensar
por sÍ mismo: eso es la llustración».
Toda su investigación filosófica, la crítica a la razón, el análisis de
los juicios, están afirmando algo muy sencillo, el noúmeno es
incognoscible, el fenómeno sí. El objeto en sí no es objeto de
conocimiento sino en cuanto se provee de las condiciones del
conocimiento y, como estas condiciones las aporta el sujeto, es éste el
que hace que la cosa en sí se convierta en objeto de conocimiento.

1.2. La razón científico-técnica
La razón tiene sus razones y métodos diversos pero una de ellas
va a imponerse por encima de todas ellas. La razón moderna por
excelencia va a ser la Razón Científico-Técnica. La nueva tarea del
hombre moderno es llevar este tipo de razón científico-técnica, como
única razón, a todos los campos del pensar y el hacer.
Eficacia y utilidad son los símbolos modernos. Planificación, control
social, burocracia, significan racionalidad y logro humano.

1.3. El progreso
El hombre pre-moderno pensaba que la historia se sostenía y
cobraba sentido en el acto creador e institucional, el fondo fundaba y
explicaba el futuro. El hombre moderno, en cambio, defiende que es el
futuro el que explica el presente. Todo está por hacer. Concordet dirá:
«Habrá un tiempo en que el sol brillará en una tierra de hombres libres
que no tendrán más guía que la razón»,. Esto es el Progreso.
Desde esta perspectiva progresista todo cambia. La historia es una
historia lineal, de lento pero inexorable avance. Es una historia de
emancipación humana individual y colectiva, de victoria sobre la
ignorancia, la enfermedad y todo tipo de explotación. Con un
protagonista único, el hombre. El trabajo dirigido por la ciencia será el
medio de realización de este progreso. El estado el garante de este
desarrollo racional y armónico.
Las discusiones del «cómo» llegar a ello serán interminables y
contrarias, principalmente entre las teorías marxistas y las burguesas
capitalistas, pero en todos ellos existe la convicción clara del «que se
puede». Todos los hombres modernos, sean del signo que sea, se
sienten incorporados con entusiasmo a la gran marcha de la Historia.



2. Crítica de la Postmodernidad a la Modernidad

La critica postmoderna va dirigida contra todo aquello que da
sentido a la Modernidad, el modelo de razón utilizado, los valores, el
tipo de hombre y sociedad que defiende. Pone en solfa los logros
materiales alcanzados en esta época.

2.1. Progreso como explotación
PROGRESISMO/CRITICA: La Modernidad ha vivido en la
exaltación y en la mitificación del progreso. Ciertamente, las
sociedades modernas, por medio de los adelantos científicos y la
planificación económica, han logrado un alto nivel de bienestar pero a
costa de la explotación de hombres y países. ¿Qué queda del
optimismo histórico del progreso frente a la tremenda crisis
económica? ¿Garantizan la ciencia y la tecnología una vida segura en
medio de la carrera armementística y los desastres ecológicos e
industriales? ¿Qué tiene que decir el ideal de Fraternidad en una
situación de guerras mundiales, de campos de exterminio, de racismos
Y nacionalismos fundamentalistas?
El hombre moderno ha vivido en el engaño y en el cinismo ya que
defendía valores como la justicia, la solidaridad, pero no le importaba
traicionarlo todo en función de vender o comprar al precio que fuese.
No importaban los medios si se conseguía el fin.
Y la verdad es que el progreso que se defendía no era tan
desinteresado, ni la razón tan objetiva. En el fondo, todo era
dominación. La razón que pretendía ser la «diosa razón», liberadora
del hombre, acaba dominándolo.
La historia no ha tenido el final feliz esperado, ha sido una historia
manipulada y manipuladora. El protagonista de esta historia se ha
convertido en un sujeto pasivo y alienado, no importa el ser sino el
éxito y el triunfo, la apariencia y el poder. El trabajo lo único que ha
producido ha sido competencia y paro, abuso y división. El estado ya
no es garante del orden sino símbolo de burocracia, nepotismo y
tráfico de influencias.
VALORES/CRISIS: Nos hemos quedado sin valores. Con una
sociedad en la que unos pocos luchan por mantener su saciamiento y
otros muchos por alcanzar las migajas sobrantes.

2.2. La razón totalizante
La razón moderna ha sido la culpable de esta situación. De
liberadora se ha convertido en la gran enemiga del hombre. Desde
ella se ha querido fundamentar todo. Lo que se ha conseguido con
esta razón disfrazada de ciencia, ideología y poder es el triunfo de los
totalitarismos de todo tipo. Han sido los metarrelatos los que
justificaban y legitimaban tal orden de cosas. La razón moderna ha
originado el gran discurso monocorde, dogmático e intransigente.
De este tipo de razón hay que librarse. Estamos en un tiempo
nuevo, tiempo de pequeños relatos, de contratos temporales, de
pequeñas palabras, de discursos débiles, de errar incierto. Frente a la
razón legitimadora y objetivadora hay que defender la razón
paralógica, plural, local, pequeña y cercana.
AGUILA/GORRION: La razón moderna se parecía al águila que con
su vuelo amplio y magnifico lo ve todo desde lo alto. Es una
contemplación totalizante y unitaria ya que todo lo ve en su sitio y
relacionado.
La razón postmoderna quiere ser más cotidiana y vulgar pero, a la
vez, más cercana y vital. Su símbolo es el gorrión. La vida de un ser
pegado a una rama cualquiera en una calle cualquiera y preocupado
simplemente con ir tirando de la miga de pan o la simiente que se ha
perdido no se sabe como. Vida cutre, pero real y concreta. Nada de
transformar la realidad sino aceptarla y vivirla en su presentismo.


3. La sociedad y el hombre postmodernos

Si se les pregunta a los postmodernos sobre el proyecto de hombre
y sociedad que presentan, van a decir que eso es volver a caer en el
metarrelato y en la palabra con mayúscula. No existe tal definición.
Esto no excluye que estudiando sus críticas y deseos aparezca un tipo
de hombre y sociedad que resumo en estos puntos.

3.1. Desencanto de la razón
La razón moderna con su defensa de la objetividad, de lo
incondicionado y absoluto ha tiranizado la vida. Por eso hay que
cambiar el rumbo. Hay que descubrir la subjetividad como guía, la
fragmentariedad como criterio. La verdad no es verificación sino algo
tan débil como el «Yo, aquí y ahora, digo esto».
El sentimiento y no la razón unilateral debe orientar el tiempo
nuevo. Hay que seguir a A. Findielkraut cuando dice: «Vivimos en la
hora de los sentimientos; ya no existe verdad ni mentira, estereotipo ni
invención, belleza ni fealdad, sino una paleta infinita de placeres,
diferentes e iguales. La democracia que implica el acceso de todos a
la cultura, se define ahora por el derecho de cada cual a la cultura de
su elección». El sentimiento significa expresión, aceptación de
pequeñas verdades no por su objetividad sino por consentir.
RAZON/DESENCANTO: Hay que celebrar el desencanto de la
razón moderna. Hay que sacar con alegría el pañuelo y despedir un
tiempo de búsqueda orgullosa e infructuosa. Tiene razón Lipovetsky
cuando dice: ««Dios ha muerto, las grandes finalidades se apagan,
pero a nadie le importa un bledo: esta es la gran novedad».
Se acabó felizmente la búsqueda casi neurótica de la verdad. Nos
hemos librado con ello del peligro que significaba la imposición
totalitaria del pensador o científico de turno que creía haberla
encontrado. Renunciar a las grandes verdades, a las palabras con
mayúscula es volver a gozar del politeísmo de experiencias e
interpretaciones. Nada ni nadie es imprescindible. Ahora, lo mejor
posible.

3.2. La desfundamentación
Los metarrelatos dadores de sentido son falsos. Sólo cabe el vacío,
el caos, la dispersión y la falta de fundamento.
La Historia con mayúscula es un engaño. Ha sido inventada por los
historiadores para justificar y dar coherencia a los acontecimientos.
Solamente existen historias pequeñas y sin rumbo. No hay gran
marcha sino vagabundeo, pequeños caminos de seres pequeños que
caminan como buenamente pueden. No se sabe hacia donde se
camina pero al menos no hay alienación y engaño.

3.3. La estetización general de la vida
Si el pasado no tiene relevancia y el futuro es sombrío lo único que
cuenta es el hoy. Fallaron los modernos al sacrificar su presente
preparando el futuro. El postmoderno es presentista. Estamos en el
tiempo del «ya», del «carpe diem». La Felicidad futura, el Progreso, Ia
Revolución y otros lemas similares son agua pasada.
Como no hay compromiso ni con el pasado ni con el futuro, como
no hay vinculación alguna con nada ni con nadie es natural que la
ética dé paso a la estética. Se acabaron los compromisos con
mayúscula. Nada está prohibido. Hay que transformar los deseos de
cambiar el mundo por los de dedicarse a cantar la alegría de vivir «No
hay nada que hacer; por tanto, no hagamos nada».
En lo único que vale la pena perder energías es en la realización
personal. El culto al cuerpo, el sentirse a gusto en la propia piel, lo
guapo, el pasarlo bien, lo novedoso se convierte en algo fundamental.
Estamos en la obsesión por lo personal. La juvenilización, los viajes,
las terapias, las dietas, el fin de semana frenético y agotador han
sustituido al compromiso y a la preocupación del ser auténtico. Ahora,
a vivir. Al otro, que le parta un rayo.
3.4. El individuo fragmentado
Si el sentimiento es lo que priva y la razón es rechazada como
dogmática y totalitaria, el individuo postmoderno va a dejarse guiar
por la desintegración y la fragm~ntación.
Su proyecto vital no obedecerá a una coherencia sino a una
conveniencia. Todo debe ser débil. Hay que huir de todo compromiso
que pueda engendrar dolor y dependencia. El amor duradero mata al
amor. Los compromisos fuertes hacen vulnerables a las personas. El
individuo tiene al grupo no el grupo al individuo, cuando aquel no
interese, lo mejor es marcharse.
El hombre moderno se identificó con Prometeo, el que robó a los
dioses el fuego para entregarlo a los hombres. El fuego nuevo era la
ciencia que permitiría al hombre ser dueño del universo.
Los existencialistas prefieren a Sísifo. Condenado por los dioses a
subir una enorme piedra a la cima de una montaña, veía como la
piedra volvía a rodar de nuevo al fondo cada vez que intentaba
subirla. De este modo se sentía el europeo de postguerras al
reconstruir, una y otra vez, su vida y su casa.
Narciso será el personaje mítico postmoderno. Simboliza la
juventud, la felicidad inmediata, la vida a tope. ¿Para qué soñar
futuros vanos y subir esfuerzos que son fracasos? Dejemos la piedra
en su sitio, que se queden los dioses con su fuego Y que nos dejen
vivir en paz.

3.5. Religiosidad a la carta
Una de las características de la Modernidad era el olvido, la muerte
de Dios. El hombre se bastaba a sí mismo. Frente a la Providencia
pondría la producción; frente a la oración, el trabajo.
La Postmodernidad, en su oposición a la Modernidad va a defender
el retorno de lo religioso de una manera ostentosa, pero especial.
En las librerías postmodernas van a alternarse los libros sobre el
cuidado personal, las técnicas sexuales, los amuletos, las pócimas, los
calendarios astrales, barajas adivinatorias, santos protectores. Las
viejas estampas con la tela tocada por alguien especial van a
combinarse con piedras extraídas de lugares telúricos y
fundamentales. Cualquier hierba es perfectamente combinable con el
incienso. Es época de sectas, de adoraciones, de experiencias
pseudo-místicas.
Y es que el Dios que defiende el Postmodernismo está en
consonancia con su sentido narcisista. Es un «Dios débil» en una
religión descafeinada. La religión para el Narciso postmoderno es
defendida no por Dios sino por él mismo, significa relajación,
experiencia de otros mundos para el propio yo. Lo sagrado es vivido
como problemático, misterioso, fascinante, algo «guay». Dios, por otra
parte, es algo cálido y emotivo, y eso interesa.
Un Dios así no es exigente, sino confortable, a la medida, a la
carta. Es un Dios de bolsillo que ni compromete ni exige.

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